(Por Moira Millán, Weychafe Mapuche *) Durante más de 400 años, mi pueblo, junto con los otros pueblos indígenas de Argentina, han estado involucrados en una poderosa lucha por la autodeterminación. Incluso hoy en día, persiste en la memoria de nuestra ül, canciones y nüxam, historias, del coraje de nuestros antepasados que derrotaron al imperio más grande de la época. Tras su derrota, la corona española firmó un tratado con los mapuche en el primer parlamento de Quillín, reconociendo la soberanía de la nación mapuche.
Nuestra Walljampu, territorio mapuche, comprende desde el océano pacífico al océano atlántico, en lo que hoy es la Republica de Chile, cuyo nombre en mapudugun (idioma mapuche) sería: Ngulumapu (Tierras del Oriente). Mientras que en la actual Argentina, Puelmapu (Tierras del Poniente). Nuestro territorio comprende casi la mitad de lo que hoy es Argentina: desde el sur de la provincia de Mendoza en el oeste, hasta el centro sur de la provincia de Buenos Aires en el este, hasta la provincia de Santa Cruz en el sur. Se estima que tenemos una presencia aquí de aproximadamente 12.000 años, en base a hallazgos arqueológicos y estudios de estructura lingüística.
Fue el primer gran intento de exterminio: Los mapuches sufrieron una tremenda pérdida de tierra y vida en ambos frentes; pero la carga de colonización apenas había comenzado.
Tras nuestra derrota, el estado argentino tomó por prisionero a miles de familias mapuches, y las subastó en la plaza pública, disgregando para siempre a las familias. En su libro “La Historia de la Crueldad Argentina”, el historiador argentino Osvaldo Bayer relata cómo el estado subastó públicamente a miles de familias mapuche que fueron encarceladas durante la ocupación de Puelmapu. Al menos un anuncio oficial fue publicado en el diario El Nacional. Decía: “… “… Hoy entregan indios a toda familia de bien que lo requiera, se le entregará un indio varón como peón, una china como sirvienta, y un chinito como mandadero.”
Argentina también administró internados como parte de un plan de asimilación que fue escrito en la Constitución de 1853 de Argentina. Al igual que las escuelas residenciales en Canadá y los Estados Unidos, los internados de Argentina se diseñaron como un arma de eliminación cultural y disgregación familiar. A los niños mapuches se les prohibió hablar su idioma, mapudungun; se vieron obligados a asumir una nueva identidad impuesta, la argentina; y fueron sometidos a numerosos abusos y violaciones. Esto motivó que, durante la década de 1960, las comunidades mapuches reclamaran la instalación de escuelas dentro de sus territorios, a fin de no enviar a internados a sus hijos.
No fue hasta 1994 cuando Argentina reemplazó su directiva de asimilación indígena con una ley que reconocía “la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas”, así como la “posesión y propiedad comunitaria de las tierras que tradicionalmente ocupan”.
La reforma constitucional fue un paso en la dirección correcta, sin embargo, el estado argentino tiene un largo camino por recorrer para separarse de su cruel legado.
Mi pueblo se está luchando para jalar a Argentina el resto del camino.
En un momento en el que se va gestando un gran movimiento de lucha de las mujeres surgiendo con fuerza en Argentina, espero poder acercarlos a esta compleja situación política vista desde la percepción de las mujeres madres, víctimas de múltiples pliegues opresivos.
Millones de compañeras feministas reclaman sus derechos como mujeres en la lucha paralela a la de una nación por su autodeterminación. Pero debo preguntar sobre el papel de las mujeres mapuche en este proceso. ¿Hay sororidad hacia las mujeres mapuches? Nuestro derecho a la maternidad según nuestra propia cosmovisión está siendo aplastado en nuestro propio territorio.
La múltiple opresión a la que estamos sometidas las mujeres Indígenas, empieza a ser vociferada, declamada y escuchada por pequeños reductos contra hegemónicos de la sociedad; sin embargo, el mundo aún sabe poco o nada acerca de nosotros.
Es por ello que, en tiempos de tanta persecución y muerte, es necesario contar, explicar y desasnar. Les invito a entrar a las humildes rukas, casas, de las mujeres que tejen rebeldía en este pedacito geográfico al sur del mundo.